Nadie podría vivir sin ellas, nadie osaría negar su utilidad, todos reclaman cuando alguien las viola, sin embargo, constantemente las torcemos y flexibilizados casi hasta el punto de quiebre; relativismo podría ser la respuesta de esta conducta. Establecer que es correcto y que no, en una sociedad posmoderna... es casi una ilusión, una ilusión por lo menos para el hombre de a pie, el que sólo mira "lo que está frente a sus ojos..."

Creo firmemente en que Dios pone señales frente a nosotros, señales que buscan darnos dirección.

Cuando era niño, frecuentemente escuchaba decir a alguien: "Dios me habló... " "Dios me llevó a hacer esto o aquello..." etc. Como niño, suponía que todas esas personas eran capaces de escuchar la voz de Dios de manera audible. A mi mente venían escenas épicas de hombres y mujeres iluminados por un foco cenital segundos antes de escuchar la poderosa y siempre FM voz de Dios... (mucha tele César... mucha tele...)

En fin, no niego que algunas de esas personas hayan escuchado, literalmente habalndo, a Dios, pero la madurez trae consigo cambios en nuestros paradigmas y percepciones de cada persona. Con el tiempo me dí cuenta que Dios puede ser mucho más sutil de lo que pensamos. Claro está de que si pensamos siempre encontrarnos con el fuego ardiente, el viento que parte las piedras y un gran terremoto nunca podremos siquiera advertir ese silvido apacible con el que Dios quiere hablarnos.

Decir que Dios no está en lo imponente y estruendoso sería, sin lugar a dudas, restarle veracidad y añadirle mímites a Dios, Dios es soberano y como tal opera según su perfecta y absoluta voluntad, pero es innegable que los silvos apasibles pasan desapercibidos por muchas personas. Esas señales que Dios pone en el camino se hacen cada vez más dignas de ser ignoradas y muchas veces nos acordamos de ellas cuando es demasiado tarde. Repatimos la reacción del imprudente peatón que se da cuenta que no respetó el semáforo cuándo tiene ya el auto encima...

Adorar... adorar también es ser sensibles; sensibles a aquellas sutiles señales, sensibles a la voz de Dios que siempre querrá darnos perfecta dirección.